La relación de pareja es una esfera de experiencia que si está ajustada, es fuente de seguridad, gozo y bienestar; de no ser así, termina provocando intenso estrés, frustración y dolor. En muchas ocasiones las situaciones de contrapunteo o desacuerdo pueden suavizarse, y en otras, aceptarse o resignificarse, dejando así de ser elementos de fricción dentro de la relación.
El amor que experimentan el uno por el otro dentro de la pareja es un elemento crucial en la labor de mejoría de conductas y actitudes para beneficio del vinculo, pero, qué pasa cuando uno de ellos ya no siente ese amor apasionado, dirigido y exclusivo, habiendo en su lugar un afecto respetuoso e impersonal producto de la gratitud por la historia compartida pero carente de atracción e incluso de enojo pues ya hay sólo una muda indiferencia hacia la otra persona y la relación de pareja.
Cuando el enamoramiento se extingue, las personas tienen la opción de dar por concluida la relación o apostar por moldear el amor para cobijar dentro de él el vinculo de pareja. Dicho proceso es un acto voluntario de elección personal que no concluye, carece de meta pues, como todas las relaciones, se transforma a la par de quienes la conforman. De esta manera, estar en una relación de pareja, implica para ambas partes, un trabajo constante de atención, auto análisis, actualización, creatividad, sentido del humor, gestión de emociones, aceptación, negociación, etc., etc., no hay una formula que nos indique los componentes y la cantidad exacta necesaria para que el amor y la relación no se agoten, lo que sí es una realidad es que se requiere una intención dirigida para la conservación del vínculo de pareja.
¿Por qué no se hace entonces esta labor de conservación?, porque no fue necesario para los padres, abuelos o para las anteriores generaciones de adultos, simplemente, no sabemos que se requiere dicha labor constante de conservación.
Divertida comedia que muestra la forma en que se concebía el amor romántico
La relación de pareja, el matrimonio, la familia e incluso la manera en que mostramos y esperamos que nos muestren amor ha cambiado. Hasta hace algunas pocas décadas, el sentido del noviazgo era llegar al matrimonio, y el matrimonio era "para siempre". En la actualidad, la relación de pareja sobrevive sólo "si funciona" y su "funcionalidad" es directamente proporcional al bienestar que los miembros que la conforman experimentan, es decir, la evaluación subjetiva que hace cada uno de su vivencia en relación al otro y a la relación determinará su permanencia en el vinculo. Durante siglos de civilización los adultos no tuvieron esta libertad para hacer, permanecer o disolver una relación de pareja; pues eran elementos externos y muchas veces ajenos a ellos, los que determinaban su experiencia de y en pareja, como cuestiones económicas, presiones de la familia de origen, hijos, dogmas religiosos, etc.
A las personas les está costando captar la importancia de poner atención en la experiencia subjetiva de la otra persona con respecto a la relación de pareja, se continua enfocando los esfuerzos en esos elementos externos que alguna vez obligaban a las personas a mantenerse juntas pero que hoy en día ya no las atan a una relación que experimentan insatisfactoria. Si bien es cierto que es necesario seguir atendiendo la esfera, económica, laboral, familiar para que la relación de pareja no sufra de estrés, es vital incluir la valoración de la subjetividad de la otra persona. Más, cómo valorarla, poniendo atención a lo que la pareja dice, hace o deja de decir o hacer, preguntando, invirtiendo tiempo; recordando que la permanencia en la relación es algo que se va eligiendo libre y voluntariamente.
Pensar que la expresión inicial de la voluntad de la otra persona por estar en la relación de pareja se convierte en una ley inmutable hace descuidadas y perezosas a las personas, quedando confundidas y sorprendidas cuando en algún punto les dicen YA NO TE QUIERO. Es en este punto cuando en muchas ocasiones, se pretende hacer el trabajo que no se hizo en el pasado, dando la atención, el tiempo y el afecto que no se proporcionó, mismos que serán rechazados, en el mejor de los casos; o en el peor, recibidos con desgano, confusión y culpa por parte de quien ya no siente amor romántico, cayendo ambos en una espiral dolorosa en la que se acumulará frustración y resentimiento pues quien no experimenta amor no tiene ya la capacidad para recibir ni para dar de manera recíproca.
El saber que nos ha dejado de amar nuestra pareja romántica es sumamente doloroso, negarse a aceptarlo como respuesta inicial sería de esperarse y más cuando se ha estado enajenado de la experiencia subjetiva de la otra persona y se estuvo proporcionando la atención mínima indispensable para la conservación de la relación. La negativa iría cediendo en la medida que se sale del caparazón y se soma la cabeza para observar y escuchar que el desamor de la otra persona es consecuencia de un proceso de alejamiento e indiferencia que se venía dando tiempo atrás y que fue desoído (Quien va sintiéndose desencantad@ tiene la responsabilidad de expresarlo abiertamente, el callar es proporciona información errónea al compañer@, quien asumirá que todo va bien, negándole la posibilidad de que genere a tiempo un cambio para reparar y/o cuidar efectivamente la relación).
Si el miembro de la pareja se queda instalado en el dolor y la negativa de aceptar que la otra persona ya no siente amor se sumará el orgullo y la tozudez que le puede llevar a una campaña de agresión y violencia absurda e innecesaria. Vivir la experiencia del amor romántico exige que entendamos y aceptemos que el desamor es parte de la vivencia, amar en pareja expone inevitablemente a vivir también el desamor, ya sea porque dejan de amarme o porque yo dejo de hacerlo. Duele, sí, pero es parte de la existencia humana y es labor de cada un@ hacerse de recursos para abordar las frustraciones que ocasionan los limites a nuestros deseos, aún aquellos más dulces y amorosos.
Algunas veces quien deja de amar también se sorprende ante la desaparición de su afecto, sumergiéndose en un mar de culpa y auto reproche, o bien, en la búsqueda de justificaciones exaltando los puntos negativos de la otra persona o la relación. Por más duro que nos parezca se deja de amar también porque se deja de ser la misma persona; al pasar de los años el individuo se transforma, los acontecimientos le moldean, los objetivos y los intereses cambian, los sentimientos maduran. En este caso se deja de amar porque así sucedió, imperceptiblemente para ambos y dolorosamente para los dos.
Por extraño que parezca, el desamor suele dolerle a quien ya no es amado y a quien deja de amar. Hay un proceso de duelo que se atraviesa en diferentes direcciones para desvincularse y volver a vivirse fuera de su relación de pareja.
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