lunes, 8 de agosto de 2016

LA TERAPIA ES SÒLO PARA VALIENTES


La tendencia a evitar críticas y desafíos es tan general en los seres humanos que propiamente se la puede considerar una característica de la naturaleza humana. Pero decir que es natural no significa que sea una conducta esencial o beneficiosa o inmutable. También es natural no cepillarse nunca los dientes, pero nos acostumbramos a hacer algo no natural hasta el punto de que se convierte en una segunda naturaleza. En verdad, toda autodisciplina podría definirse como un proceso en el que aprendemos a hacer algo que no es natural. Otra característica de la naturaleza humana —acaso la que nos hace más humanos— es nuestra capacidad de hacer cosas innaturales, de trascender y, por lo
 tanto, de transformar nuestra propia naturaleza.
Ninguna acción es más innatural y, en consecuencia, más humana que la de someterse a psicoterapia. En efecto, en virtud de este acto, deliberadamente nos sometemos a la más profunda crítica por parte de otro ser humano y hasta le pagamos por el servicio de escrutarnos y discernir lo que hay en nosotros.
Entrar en un proceso psicoterapéutico es un acto de supremo coraje. La primera razón por la que la gente no se somete a psicoterapia no es la de de que le falte dinero; lo que les falta es el coraje. Porque poseen ese coraje, muchos pacientes, aun al comienzo de la terapia y contrariamente a su imagen estereotípica, son personas fundamentalmente mucho más fuertes y saludables que el término medio.
El mayor valor de la psicoterapia consiste en el hecho de que la disciplina practicada durante la "hora terapéutica" se extienda a las relaciones y hechos diarios del paciente El espíritu no queda completamente curado hasta que la aceptación de todo desafío se convierta en un modo de vida.
Entre todos aquellos que acuden a un psicoterapeuta muy pocos son los que al principio quieren llegar a un plano consciente de desafío o educarse en la disciplina. La mayor parte sencillamente busca alivio. Cuando se dan cuenta de que van a ser sometidos a un desafío, muchos huyen y otros se sienten tentados a hacerlo. Enseñarles que el único alivio verdadero llegará a través del desafío y la disciplina es una tarea delicada, a menudo prolongada y frecuentemente infructuosa. Para que los individuos estén abiertos al desafío es necesario que sus mapas de la realidad estén realmente abiertos a la inspección.
En psicoterapia se estimula la franqueza; algunas personas intentarán evitar el desafío y, por lo general, se entregan a una sutil forma de mentira. Se requiere una necesidad de buscar la verdad por medio de un acto de total honestidad en un continuo e incesante proceso de escrutarse uno mismo.
Esa honestidad no deja de implicar sufrimientos. La gente miente para evitar el sufrimiento del desafío y sus consecuencias. En la medida en que la naturaleza del desafío es legítima (y generalmente lo es), mentir es un intento de eludir el legítimo sufrimiento.
Mentimos,  no sólo a los demás, sino que nos mentimos a nosotros mismos. La psicoterapia es "el juego de la verdad" o la "partida de la honestidad" porque una de sus finalidades es ayudar a los pacientes a afrontar  mentiras. Una de las raíces de las enfermedades mentales es invariablemente el sistema entretejido de mentiras que nos han dicho y mentiras que nos hemos dicho nosotros mismos. Y sólo en una atmósfera de extremada honestidad pueden descubrirse y extirparse esas raíces. Para crear esa atmósfera es esencial que los terapeutas en sus relaciones con los pacientes tengan una capacidad total de apertura y veracidad. ¿Cómo puede esperarse que un paciente soporte el dolor de afrontar la realidad si nosotros no somos capaces del mismo dolor? Podemos guiar sólo si vamos adelante.

El autoconocimiento que se logra en la psicoterapia permite extender los propios límites, sin embargo, el acto de extender los límites de uno mismo implica esfuerzos, esfuerzos que requieren deseo, voluntad, disciplina y acción.

El deseo no se traduce necesariamente en acción. La voluntad es un deseo de intensidad suficiente para traducirse en acción. La diferencia entre ambas cosas es igual a la diferencia que hay entre decir "Me gustaría ir a nadar esta noche" e "Iré a nadar esta noche".