La tendencia a
evitar críticas y desafíos es tan general en los seres humanos que propiamente
se la puede considerar una característica de la naturaleza humana. Pero decir
que es natural no significa que sea una conducta esencial o beneficiosa o
inmutable. También es natural no cepillarse nunca los dientes, pero nos
acostumbramos a hacer algo no natural hasta el punto de que se convierte en una segunda naturaleza. En verdad, toda autodisciplina podría definirse como un
proceso en el que aprendemos a hacer algo que no es natural. Otra
característica de la naturaleza humana —acaso la que nos hace más humanos— es
nuestra capacidad de hacer cosas innaturales, de trascender y, por lo
tanto, de
transformar nuestra propia naturaleza.
Ninguna acción es más innatural y, en consecuencia, más humana que
la de someterse a psicoterapia. En efecto, en virtud de este acto,
deliberadamente nos sometemos a la más profunda crítica por parte de otro ser
humano y hasta le pagamos por el servicio de escrutarnos y discernir lo que hay
en nosotros.
Entrar en un proceso psicoterapéutico es un acto de supremo coraje.
La primera razón por la que la gente no se somete a psicoterapia no es la de de
que le falte dinero; lo que les falta es el coraje. Porque poseen ese coraje,
muchos pacientes, aun al comienzo de la terapia y contrariamente a su imagen estereotípica,
son personas fundamentalmente mucho más fuertes y saludables que el término medio.
El mayor valor de la psicoterapia consiste en el
hecho de que la disciplina practicada durante la "hora terapéutica" se
extienda a las relaciones y hechos diarios del paciente El espíritu no queda
completamente curado hasta que la aceptación de todo desafío se convierta en un
modo de vida.
Entre todos aquellos que
acuden a un psicoterapeuta muy pocos son los que al principio quieren llegar a
un plano consciente de desafío o educarse en la disciplina. La mayor parte
sencillamente busca alivio. Cuando se dan cuenta de que van a ser sometidos a
un desafío, muchos huyen y otros se sienten tentados a hacerlo. Enseñarles que
el único alivio verdadero llegará a través del desafío y la disciplina es una
tarea delicada, a menudo prolongada y frecuentemente infructuosa. Para que los
individuos estén abiertos al desafío es necesario que sus mapas de la realidad
estén realmente abiertos a la inspección.
En psicoterapia se
estimula la franqueza; algunas personas intentarán evitar el desafío y, por lo
general, se entregan a una sutil forma de mentira. Se requiere una necesidad de
buscar la verdad por medio de un acto de total honestidad en un continuo e
incesante proceso de escrutarse uno mismo.
Esa honestidad no deja
de implicar sufrimientos. La gente miente para evitar el sufrimiento del
desafío y sus consecuencias. En la medida en que la naturaleza del desafío es
legítima (y generalmente lo es), mentir es un intento de eludir el legítimo
sufrimiento.
Mentimos, no sólo a los
demás, sino que nos mentimos a nosotros mismos. La psicoterapia es "el
juego de la verdad" o la "partida de la honestidad" porque una
de sus finalidades es ayudar a los pacientes a afrontar mentiras. Una de las raíces de las
enfermedades mentales es invariablemente el sistema entretejido de mentiras que
nos han dicho y mentiras que nos hemos dicho nosotros mismos. Y sólo en una
atmósfera de extremada honestidad pueden descubrirse y extirparse esas raíces.
Para crear esa atmósfera es esencial que los terapeutas en sus relaciones con
los pacientes tengan una capacidad total de apertura y veracidad. ¿Cómo puede
esperarse que un paciente soporte el dolor de afrontar la realidad si nosotros no
somos capaces del mismo dolor? Podemos guiar sólo si vamos adelante.
El autoconocimiento que se logra en la psicoterapia permite extender
los propios límites, sin embargo, el acto de extender los límites de uno mismo implica
esfuerzos, esfuerzos que requieren deseo, voluntad, disciplina y acción.
El deseo no se
traduce necesariamente en acción. La voluntad es un deseo de intensidad suficiente
para traducirse en acción. La diferencia entre ambas cosas es igual a la
diferencia que hay entre decir "Me gustaría ir a nadar esta noche" e
"Iré a nadar esta noche".