Cuando un ser querido
muere, nos dan el diagnóstico de una enfermedad terminal, los hijos se
independizan, nos jubilan o experimentamos cualquier suceso que nos quita algo
valioso, transformando absoluta y
radicalmente nuestra vida, solemos vivir un profundo dolor que se experimenta
como un desgarramiento del SER.
Este cambio nos arroja dentro de un proceso
denominado DUELO, el cual inicia desde el momento que tengo conocimiento de la
perdida significativa y concluye al conquistar una nueva integración de mi ser.
Implica volver a unir los pedazos de mi yo, integrando la experiencia de la
perdida como parte de aquello que conforma mi ser: YO SIN MI SER QUERIDO, YO
SIN MI SALUD, YO SIN MI EMPLEO, YO SIN MI BRAZO
Este proceso de integración requiere tiempo pues
atraviesa por diferentes etapas. El Dr. Robert Kavanaugh señala 7:
1.- Impacto emocional: En esta
etapa la mente bloquea la realidad de lo que está sucediendo, se trata de un
mecanismo de auto-protección. Por eso casi siempre se dice ¡NO PUEDE SER!.
Paradójicamente, en esta fase se realizarán acciones afirmativas que muestran
que la persona es consciente de lo que está sucediendo.
Ante esta
contradicción emocional es inútil intentar hacer entrar en razón a la persona o
darle consejos. Lo único que se puede hacer es ACOMPAÑAR al que sufre, con
empatía, afecto y cariño. Aquí las palabras ceden el lugar a los abrazos,
las caricias, los actos comedidos.
2.- Desorganización del yo: En esta fase la persona no sabe qué hacer,
experimenta una falta de claridad. Las emociones del doliente no responden a su
voluntad manifestando llanto, charla excesiva, mutismo. Podría ser que al estar
conversando con la persona que sufre, ésta se ponga a llorar inconsolablemente,
o al decirle una palabra de aliento se
pone a hablar sin parar, y a veces sin ton ni son; o al revés, sólo se queda muda.
Su contacto con el mundo circundante es en
alguna medida, distorsionado y provoca en quienes le rodean desconcierto:, se
le aconseja ir al médico y la persona acepta animosa pero a los cinco minutos
siente pavor de salir de casa. Acepta descansar pero de pronto decide arreglar algún asunto.
Quienes rodean al
doliente no entienden y suelen comenzar a presionar para que mejore o se
resigne, siendo que aún falta un gran trecho.
En esta etapa el
doliente no está en condiciones de tomar decisiones importantes. La mejor ayuda
que se puede proporcionar en esta fase es expresarle que se la acepta tal como
se manifiesta ahora. Ser solicito con tareas que requieran atenderse sin
impedir que la persona doliente se vaya integrando con sus quehaceres
cotidianos.
3.- Coraje: El enojo
se presenta cuando la herida emocional por el desamparo se ahonda y la persona
se revela a todo cuanto le rodea. Es la clara percepción de la herida en el YO,
considerada injusta. El coraje debe expresarse, en caso contrario, se
convertirá en ira reprimida, misma que se manifestará como:
-Descuido del arreglo
personal
-Pérdida de memoria
-Falta de iniciativa
-Indiferencia
-Ansiedad
En esta etapa la ayuda
a prestar al doliente está en no impedirle que exprese su enojo.
4.- Culpa: Va dejando de sentirse coraje cuando el doliente
va conectando más con su YO herido, se vuelca la tención hacia sí mismo. Se
reprocha lo que hizo o dejó de hacer para impedir la pérdida. Se idealiza el pasado,
responsabilizándose por los errores cometidos, los asuntos inconclusos, y se
llega pensar que se pudo haber prevenido
o impedido de alguna manera el suceso; repasando mentalmente una y otra vez la
etapa anterior a la perdida.
Es en este momento
crucial cuando el doliente necesita escuchar de alguna persona significativa
que lo acepta así, culpable como se siente, que le brinde una razón para
perdonarse, para entender que hay una serie de circunstancias que salen de su
control. Las palabras de aliento no surtirán un efecto inmediato pero en algún
momento, las palabras y el cariño constante serán como ese bálsamo que cierra
paulatinamente la herida.
5.-
Aceptación de la pérdida o experiencia de soledad: El dolor
sufrido en esta etapa es el más profundo, es un enfrentamiento cara a cara con la
pérdida, provocando una enorme soledad. Es la plena conciencia de que el cambio
producido por el suceso es definitivo e irreversible. El ser plenamente
consciente suele ser abrumador. Todo el impacto de la pérdida será una realidad
palpitante y constante. Y un sentimiento de vacía se apodera del ánimo del
doliente.
Es en este punto que
se requiere la fuerza suprema, de una actitud valiente para poner frente a la
pérdida tal y como ha sido. Si bien lo perdido ya se fue hace tiempo, en esta
etapa es la persona quien tiene que separarse de ello, soltarlo, dejarlo ir y
vivirme sin ello.
Aquí es cuando más se
necesita de una compañía significativa, desafortunadamente en esta etapa
las personas hace tiempo consideraron que ya se tenía que haber superado el
duelo por lo que el doliente suele estar física y/ vincularmente sólo.
Ahora bien, cuando no
se sale avante de esta fase, no se tolera la soledad y el vacío, puede suceder
alguna de estas dos consecuencias:
a)
Se regresa a la etapa
de culpa o coraje
b)
Se intenta reemplazar
o sustituir la pérdida para eludir el vacio.
Aceptar la soledad, experimentarse sin aquello que
se perdió dándose cuenta que se sigue viviendo y que la existencia posee muchos
elementos valiosos y maravillosos implica estar dando un paso para la siguiente
etapa.
6.- Alivio: El alivio se vive al inicio ambivalente, no se
puede creer que a pesar del enorme dolor experimentado se pueda aún descubrir
la belleza, tener deseos de reír, amar, descubrir.
Por ello, es necesario
comprender que el alivio es la consecuencia de la valentía, de la valoración
que se ha hecho sobre uno mismo y la existencia frente a lo perdido. Es la experiencia
trascendental resultado de comprender que el devenir humano es un vaivén de
encuentros y despedidas.
Y de esta manera,
paulatinamente, casi, sin sentir, comenzamos a restablecernos
7.- Restablecimiento del YO: Es reintegrarse al mundo, después de la
integración de un nuevo estado del SER. Se comienzan a hacer planes de acción
sintiendo que se está en paz con la vida.
Estas etapas no necesariamente ocurren en orden,
algunas veces se empalman, otras se duplican, en algunos casos al llegar a la
quinta se regresa a alguna de las anteriores.
Las personas que
por cualquier razón no
elaboran totalmente el proceso de duelo
quedan empantanadas en alguna de las etapas por mucho tiempo, y suelen manifestar:
-Ocupación desmedida
-Glorificación de la
persona que partió
- Presa fácil de la desesperación.
El proceso de duelo lleva de 1 año a dos años en atravesarse. Desafortunadamente
no nos enseñan a lidiar con el dolor y muchos menos a acompañar a quien está dolido. El amor, la paciencia, la escucha,
la empatía son los mejores aliados para transitar al lado doliente esta etapa
de su vida.
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