lunes, 23 de enero de 2017

Pérdidas irreparables


Cuando un ser querido muere, nos dan el diagnóstico de una enfermedad terminal, los hijos se independizan, nos jubilan o experimentamos cualquier suceso que nos quita algo valioso, transformando absoluta y radicalmente nuestra vida, solemos vivir un profundo dolor que se experimenta como un desgarramiento del SER.
Este cambio nos arroja dentro de un proceso denominado DUELO, el cual inicia desde el momento que tengo conocimiento de la perdida significativa y concluye al conquistar una nueva integración de mi ser. Implica volver a unir los pedazos de mi yo, integrando la experiencia de la perdida como parte de aquello que conforma mi ser: YO SIN MI SER QUERIDO, YO SIN MI SALUD, YO SIN MI EMPLEO, YO SIN MI BRAZO




Este proceso de integración requiere tiempo pues atraviesa por diferentes etapas. El Dr. Robert Kavanaugh  señala 7:
1.- Impacto emocional:  En esta etapa la mente bloquea la realidad de lo que está sucediendo, se trata de un mecanismo de auto-protección. Por eso casi siempre se dice ¡NO PUEDE SER!. Paradójicamente, en esta fase se realizarán acciones afirmativas que muestran que la persona es consciente de lo que está sucediendo.
Ante esta contradicción emocional es inútil intentar hacer entrar en razón a la persona o darle consejos. Lo único que se puede hacer es ACOMPAÑAR al que sufre, con empatía,  afecto y  cariño. Aquí las palabras ceden el lugar a los abrazos, las caricias, los actos comedidos.
2.- Desorganización del yo: En esta fase la persona no sabe qué hacer, experimenta una falta de claridad. Las emociones del doliente no responden a su voluntad manifestando llanto, charla excesiva, mutismo. Podría ser que al estar conversando con la persona que sufre, ésta se ponga a llorar inconsolablemente, o al decirle una palabra de aliento  se pone a hablar sin parar, y a veces sin ton ni son; o  al revés, sólo se queda muda.
 Su contacto con el mundo circundante es en alguna medida, distorsionado y provoca en quienes le rodean desconcierto:, se le aconseja ir al médico y la persona acepta animosa pero a los cinco minutos siente pavor de salir de casa. Acepta descansar pero de pronto decide  arreglar algún asunto.
Quienes rodean al doliente no entienden y suelen comenzar a presionar para que mejore o se resigne, siendo que aún falta un gran trecho.
En esta etapa el doliente no está en condiciones de tomar decisiones importantes. La mejor ayuda que se puede proporcionar en esta fase es expresarle que se la acepta tal como se manifiesta ahora. Ser solicito con tareas que requieran atenderse sin impedir que la persona doliente se vaya integrando con sus quehaceres cotidianos.
3.- Coraje:  El enojo se presenta cuando la herida emocional por el desamparo se ahonda y la persona se revela a todo cuanto le rodea. Es la clara percepción de la herida en el YO, considerada injusta. El coraje debe expresarse, en caso contrario, se convertirá en ira reprimida, misma que se manifestará como:
-Descuido del arreglo personal
-Pérdida de memoria
-Falta de iniciativa
-Indiferencia
-Ansiedad
En esta etapa la ayuda a prestar al doliente está en no impedirle que exprese su enojo.
4.- Culpa: Va dejando de sentirse coraje cuando el doliente va conectando más con su YO herido, se vuelca la tención hacia sí mismo. Se reprocha lo que hizo o dejó de hacer para impedir la pérdida. Se idealiza el pasado, responsabilizándose por los errores cometidos, los asuntos inconclusos, y se llega  pensar que se pudo haber prevenido o impedido de alguna manera el suceso; repasando mentalmente una y otra vez la etapa anterior a la perdida.
Es en este momento crucial cuando el doliente necesita escuchar de alguna persona significativa que lo acepta así, culpable como se siente, que le brinde una razón para perdonarse, para entender que hay una serie de circunstancias que salen de su control. Las palabras de aliento no surtirán un efecto inmediato pero en algún momento, las palabras y el cariño constante serán como ese bálsamo que cierra paulatinamente la herida.

5.-  Aceptación de la pérdida o experiencia de soledad:  El dolor sufrido en esta etapa es el más profundo, es un enfrentamiento cara a cara con la pérdida, provocando una enorme soledad. Es la plena conciencia de que el cambio producido por el suceso es definitivo e irreversible. El ser plenamente consciente suele ser abrumador. Todo el impacto de la pérdida será una realidad palpitante y constante. Y un sentimiento de vacía se apodera del ánimo del doliente.
Es en este punto que se requiere la fuerza suprema, de una actitud valiente para poner frente a la pérdida tal y como ha sido. Si bien lo perdido ya se fue hace tiempo, en esta etapa es la persona quien tiene que separarse de ello, soltarlo, dejarlo ir y vivirme sin ello.
Aquí es cuando más se necesita de una compañía significativa, desafortunadamente en esta etapa las personas hace tiempo consideraron que ya se tenía que haber superado el duelo por lo que el doliente suele estar física y/ vincularmente sólo.
Ahora bien, cuando no se sale avante de esta fase, no se tolera la soledad y el vacío, puede suceder alguna de estas dos consecuencias:
a)      Se regresa a la etapa de culpa o coraje
b)     Se intenta reemplazar o sustituir la pérdida para eludir el vacio.
Aceptar la soledad, experimentarse sin aquello que se perdió dándose cuenta que se sigue viviendo y que la existencia posee muchos elementos valiosos y maravillosos implica estar dando un paso para la siguiente etapa.
6.- Alivio: El alivio se vive al inicio ambivalente, no se puede creer que a pesar del enorme dolor experimentado se pueda aún descubrir la belleza, tener deseos de reír, amar, descubrir.
Por ello, es necesario comprender que el alivio es la consecuencia de la valentía, de la valoración que se ha hecho sobre uno mismo y la existencia frente a lo perdido. Es la experiencia trascendental resultado de comprender que el devenir humano es un vaivén de encuentros y despedidas.
Y de esta manera, paulatinamente, casi, sin sentir, comenzamos a restablecernos

7.- Restablecimiento del YO: Es reintegrarse al mundo, después de la integración de un nuevo estado del SER. Se comienzan a hacer planes de acción sintiendo que se está en paz con la vida.
Estas etapas no necesariamente ocurren en orden, algunas veces se empalman, otras se duplican, en algunos casos al llegar a la quinta se regresa a alguna de las anteriores.
Las personas  que  por cualquier razón  no elaboran  totalmente el proceso de duelo quedan empantanadas en alguna de las etapas por mucho tiempo, y suelen manifestar:
-Ocupación desmedida
-Glorificación de la persona que partió
- Presa fácil de la desesperación.

                El proceso de duelo lleva de 1 año a dos años en atravesarse. Desafortunadamente no nos enseñan a lidiar con el dolor y muchos menos a acompañar a quien está dolido. El amor, la paciencia, la escucha, la empatía son los mejores aliados para transitar al lado doliente esta etapa de su vida.
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lunes, 16 de enero de 2017

SOLTERÍA NO ES LO MISMO QUE SOLEDAD

Aunque las dos palabras inicien con la consonante “S”, y ambas contengan algunas otras letras iguales, no comparten mayores similitudes, no son sinónimos.

Si bien la palabra soltería tiene la raíz latina solitarius, en realidad expresa la condición civil del individuo que no vive dentro de un  contrato legal denominado matrimonio. 
La soledad, en cambio, es un estado existencial o del ser en el que la persona se vive desvinculada, desconectada de cuanto le rodea. La experiencia de soledad enfrenta al individuo con sus miedos más profundos, lo expone desamparado ante la vida.
Definiendo ambas palabras, y reflexionando un poco en ellas ¿cuántas personas conocemos desconectadas completamente de todo y de todos? ¿Alguna vez hemos estado realmente desconectados/as de todo y/o de todos/as?
Si alguna vez te has sentido desconectado/a de todo y todos/as posiblemente no hubo una construcción y cuidado de los vínculos, no tenías una misión  que le diera sentido a tu vida,  sólo te enfocaste en hacer significativo un tipo de relación… la de pareja
Infinidad de veces he escuchado; y yo misma lo he llegado a decir: estoy ¡SOLA/O!, a pesar de tener a mi familia preguntando ¿cómo estás? o diciéndome “Te amo”, a mis amigas/os invitándome un café o tratando de acordar conmigo una delicioso desayuno, a mis adorados perros brincando de alegría al verme después de ausentarme 5 minutos, de  realizar cada semana algo que llaman “trabajo” y que para mí es un espacio vivencial de amor y aprendizaje mutuo con todas las hermosas personas que me permiten acompañarlas en algún trecho de sus vida.
Solemos confundir la soltería con la soledad, la cultura, la sociedad, la familia, el Divo de Juárez Juan Gabriel, y hasta algunas amistades, han contribuido a esta confusión de conceptos, resultando en un compulsivo miedo a la soltería.
Cuando se termina una relación de pareja y regresas a la soltería, sigues siendo parte de una familia, tendrás algún amigo/a que estuvo para ti todo el tiempo, aunque te  hayas alejado por atender la relación de pareja. También habrán casi 8 mil millones de personas (somos hartos en este planeta) con quien podrías intentar contactar con todas estas facilidades que la tecnología brinda.




CUANDO EL AMOR SE ACABA

La relación de pareja es una esfera de experiencia que si está ajustada, es fuente de seguridad, gozo y bienestar; de no ser así, termina provocando intenso estrés, frustración y dolor. En muchas ocasiones las situaciones de contrapunteo o desacuerdo pueden suavizarse, y en otras, aceptarse o resignificarse, dejando así de ser elementos de fricción dentro de la relación.

El amor que experimentan el uno por el otro dentro de la pareja es un elemento crucial en la labor de mejoría de conductas y actitudes para beneficio del vinculo, pero, qué pasa cuando uno de ellos ya no siente ese amor apasionado, dirigido y exclusivo, habiendo en su lugar  un afecto respetuoso e impersonal producto de la gratitud por la historia compartida pero carente de atracción e incluso de enojo pues ya hay sólo una muda indiferencia hacia la otra persona y la relación de pareja.

Cuando el enamoramiento se extingue, las personas tienen la opción de dar por concluida la relación o apostar  por moldear el amor para cobijar dentro de él el vinculo de pareja. Dicho proceso es un acto voluntario de elección personal que no  concluye, carece de meta pues, como todas las relaciones, se transforma a la par de quienes la conforman. De esta manera, estar en una relación de pareja, implica para ambas partes, un trabajo constante de atención, auto análisis, actualización, creatividad, sentido del humor, gestión de emociones, aceptación, negociación, etc., etc., no hay una formula que nos indique los componentes y la cantidad exacta necesaria para que el amor y la relación no se agoten, lo que sí es una realidad es que se requiere una intención dirigida para la conservación del vínculo de pareja. 
¿Por qué no se hace entonces esta labor de conservación?, porque no fue necesario para los padres,  abuelos o para las anteriores generaciones de adultos, simplemente, no sabemos que se requiere dicha labor constante de conservación. 
Divertida comedia que muestra la forma en que se concebía el amor romántico

La relación de pareja, el matrimonio, la familia e incluso la manera en que mostramos y esperamos que nos muestren amor ha cambiado. Hasta hace algunas pocas décadas, el sentido del noviazgo era llegar al matrimonio, y el matrimonio era "para siempre". En la actualidad, la relación de pareja sobrevive sólo "si funciona" y su "funcionalidad" es directamente proporcional al bienestar que los miembros que la conforman experimentan,  es decir, la evaluación subjetiva que hace cada uno de su vivencia en relación al otro y a la relación determinará su permanencia en el vinculo. Durante siglos de civilización los adultos no tuvieron esta libertad para hacer, permanecer o disolver una relación de pareja; pues eran elementos externos y muchas veces ajenos a ellos, los que determinaban su experiencia de y en pareja, como cuestiones económicas, presiones de la familia de origen, hijos, dogmas religiosos, etc.

A las personas les está costando captar la importancia de poner atención en la experiencia subjetiva de la otra persona con respecto a la relación de pareja, se continua enfocando los esfuerzos en esos elementos externos que alguna vez obligaban a las personas a mantenerse juntas pero que hoy en día ya no las atan a una relación que experimentan insatisfactoria. Si bien es cierto que es necesario seguir atendiendo la esfera, económica, laboral, familiar para que la relación de pareja no sufra de estrés, es vital incluir la valoración de la subjetividad de la otra persona. Más, cómo valorarla, poniendo atención a lo que la pareja dice, hace o deja de decir o hacer, preguntando, invirtiendo tiempo; recordando que la permanencia en la relación es algo que se va eligiendo libre y voluntariamente.  

Pensar que la expresión inicial de la voluntad de la otra persona  por estar en la relación de pareja se convierte en una ley inmutable hace descuidadas y perezosas a las personas, quedando confundidas y sorprendidas cuando en algún punto les dicen YA NO TE QUIERO. Es en este punto cuando en muchas ocasiones, se pretende hacer el trabajo que no se hizo en el pasado, dando la atención, el tiempo y el afecto que no se proporcionó, mismos que serán rechazados, en el mejor de los casos; o en el peor, recibidos con desgano, confusión y culpa por parte de quien ya no siente amor romántico, cayendo ambos en una espiral dolorosa en la que se acumulará frustración y resentimiento pues quien no experimenta amor no tiene ya la capacidad para recibir ni para dar de manera recíproca.


El saber que nos ha dejado de amar  nuestra pareja romántica es sumamente doloroso,  negarse a aceptarlo como respuesta inicial sería de esperarse y más cuando se ha estado enajenado de la experiencia subjetiva de la otra persona y se estuvo proporcionando la atención mínima indispensable para la conservación de la  relación. La negativa iría cediendo en la medida que se sale del caparazón y se soma la cabeza para observar y escuchar que el desamor de la otra persona es consecuencia de un proceso de alejamiento e indiferencia que se venía dando tiempo atrás y que fue desoído (Quien va sintiéndose desencantad@ tiene la responsabilidad de expresarlo abiertamente, el callar es proporciona información errónea al compañer@, quien asumirá que todo va bien, negándole la posibilidad de que genere a tiempo un cambio para reparar y/o cuidar efectivamente la relación).

Si el miembro de la pareja se queda instalado en el dolor y la negativa de aceptar que la otra persona ya no siente amor se sumará el orgullo y la tozudez que le puede llevar a una campaña de agresión y violencia absurda e innecesaria. Vivir la experiencia del amor romántico exige que entendamos y aceptemos que el desamor es parte de la vivencia, amar en pareja expone inevitablemente a vivir también el desamor, ya sea porque dejan de amarme o porque yo dejo de hacerlo. Duele, sí, pero es parte de la existencia humana y es labor de cada un@ hacerse de recursos para abordar las frustraciones que ocasionan los limites a nuestros deseos, aún aquellos más dulces y amorosos.

Algunas veces quien deja de amar también se sorprende ante la desaparición de su afecto, sumergiéndose en un mar de culpa y auto reproche, o bien, en la búsqueda de justificaciones exaltando los puntos negativos de la otra persona o la relación. Por más duro que nos parezca se deja de amar también porque se deja de ser la misma persona; al pasar de los años el individuo se transforma, los acontecimientos le moldean, los objetivos y los intereses cambian, los sentimientos maduran. En este caso se deja de amar porque así sucedió, imperceptiblemente para ambos y dolorosamente para los dos.

Por extraño que parezca, el desamor suele dolerle a quien ya no es amado y a quien deja de amar. Hay un proceso de duelo que se atraviesa en diferentes direcciones para desvincularse y volver a vivirse fuera de su relación de pareja.
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