miércoles, 28 de septiembre de 2016

SOLTERÍA NO ES LO MISMO QUE SOLEDAD

Aunque las dos palabras inicien con la consonante “S”, y ambas contengan algunas letras iguales, no comparten mayores similitudes, no son sinónimos.


Si bien la palabra soltería tiene la raíz latina solitarius, en realidad expresa la condición civil del individuo que no vive dentro de un  contrato legal denominado matrimonio. 

La soledad, en cambio, es un estado existencial o del ser en el que la persona se vive desvinculada, desconectada de cuanto le rodea. La experiencia de soledad enfrenta al individuo con sus miedos más profundos, lo expone desamparado ante la vida.

Definiendo ambas palabras, y reflexionando un poco en ellas ¿cuántas personas conocemos desconectadas completamente de todo y de todos? ¿Alguna vez hemos estado realmente desconectados/as de todo y/o de todos/as?

Si te has sentido desconectado/a de todo y todos/as posiblemente no hubo una construcción y cuidado de los vínculos, no tenías una misión  que le diera sentido a tu vida, o bien,  sólo te enfocaste en hacer significativo un tipo de relación… la de pareja

Infinidad de veces he escuchado; y yo misma lo he llegado a decir: estoy ¡SOLA/O!, a pesar de tener a mi familia preguntando ¿cómo estás? o diciéndome “Te amo”, a mis amigas/os invitándome un café o tratando de acordar conmigo una delicioso desayuno, a mis adorados perros brincando de alegría al verme después de ausentarme 5 minutos, de  realizar cada semana algo que llaman “trabajo” y que para mí es un espacio vivencial de amor y aprendizaje mutuo con todas las hermosas personas que me permiten acompañarlas en algún trecho de sus vida.

Solemos confundir la soltería con la soledad, la cultura, la sociedad, la familia, el Divo de Juárez Juan Gabriel, y hasta algunas amistades, han contribuido a esta confusión de conceptos, resultando en un compulsivo miedo a la soltería.

Cuando se termina una relación de pareja y regresas a la soltería, sigues siendo parte de una familia, tendrás algún amigo/a que estuvo para ti todo el tiempo, aún aunque te  hayas alejado por atender la relación de pareja. También habrán casi 8 mil millones de personas (somos hartos en este planeta) a quienes podrías intentar contactar con todas estas facilidades que la tecnología brinda.
Terminar una relación de pareja puede ser un proceso doloroso, incómodo, desconocido pero es eso:  solamente el cierre de UN vínculo no de TODOS en los que estás.

La prejuiciosa idea de que la soltería es un estado lamentable del ser, orilla a que las personas se emparejen con sujetos  que no tienen las condiciones para estar en pareja con nadie, o bien, con quienes no comparten los mismos valores u objetivos de vida; lo apremiante es salir de ese estado terrorífico llamado soltería.

Estar dentro de una relación de pareja te permite un crecimiento que la soltería no puede darte, sobre todo, en cuanto a la intimidad y el desarrollo de habilidades para convivir estrecha y cotidianamente con un desconocido/a al que sólo te une la elección voluntaria que haces de él/ella de entre todas las otras personas. Sin embargo, experimentar la soltería en la etapa adulta, cuando cuentas con independencia económica, y ya no estás sometido/a a la autoridad familiar, te da la oportunidad de conocerte como individuo haciendo uso de tus habilidades, ingenio y creatividad para convivir y cobijarte con otros/as con quienes no estás emparejado/a ni emparentado/a. Para estar tú con el mundo, para el mundo y en el mundo.

La soltería y la relación de pareja son dos experiencias maravillosas, mágicas y necesarias de vivir.

lunes, 26 de septiembre de 2016

Decisiones difíciles

Algunas personas tienen la idea que no saben decidir, la realidad es que cada día tomamos cientos de decisiones; desde el momento que abrimos los ojos tenemos la opción de quedarnos unos minutos más acomodados entre las sábanas o armarnos de voluntad y salir de la cama.
Decidir implica pues una elección entre lo que tomamos y al mismo tiempo, a lo que renunciamos. Hay decisiones realmente sencillas: elegimos lo que más nos beneficia y renunciamos a lo perjudicial, lo dañino, lo displacentero. Pero qué pasa cuando las dos opciones son displacenteras o ambas son placenteras o, en el peor de los casos, la decisión es sobre una opción que me atrae en demasía  y la otra realmente no pero es más favorable, correcta o socialmente aceptable.


Para aquellas decisiones complicadas de tomar porque confrontan valores o placeres, te propongo hacerte estas preguntas:
¿Lo estoy eligiendo entre varias opciones?
¿Lo elijo en libertad?
¿Lo que eligiera lo gritaría al mundo?
¿Repetiría la elección que tomo?